El término «estigma«, que procede del latín «stigma» , tiene su origen en la marca que se hacía con hierro candente a los esclavos que intentaban huir, o a los criminales, para diferenciarlos del resto de personas.
En Psicología Social, fue Erving Goffman quien lo definió como «un atributo especial que produce en los demás un descrédito amplio». Ese atributo definiría a la persona como desviada, limitada, imperfecta, viendo el individuo que estigmatiza, que la persona estigmatizada lo es por unas características disposicionales o rasgos estables.
Los autores más destacables en este campo, diferencian distintas categorías de estigma social, en función de si el rechazo se produce por razones tribales (religión, etnia, etc), deformaciones físicas (obesidad, minusvalías, etc) o características de comportamiento o personalidad (homosexualidad, transexualidad, delincuencia juvenil, etc).
En el ámbito forense, se evidencia la estigmatización tanto por la problemática que debemos abordar en ocasiones los peritos psicólogos (bullying por razón de identidad u orientación sexual, agresiones físicas por enfermedad mental, etc) como por el tratamiento estigmatizador que algunos profesionales dan a la persona, o por la autoestigmatización del propio afectado quien, presuponiendo su «limitación», puede desistir del intento de defender sus derechos.
En el caso concreto de la enfermedad mental, quizás el que más he podido observar en mi experiencia en psicología forense, encontramos, por una parte, en los procedimientos de guarda y custodia y en los de valoración de maltrato psicológico, que es frecuente en las parejas el uso de la enfermedad como un arma con la que amenazar o chantajear al otro (cuestionando su propia capacidad parental, su credibilidad etc), para obtener algún beneficio, p.ej consiguiendo un acuerdo económico favorable.
Por orto lado, la persona estigmatizada es consciente de la dificultad que plantea en ocasiones su propio diagnóstico, por ejemplo en los casos de maltrato psicológico, en los que a veces se presupone una menor capacidad para responder de forma adecuada ante determinadas situaciones, o para interpretar correctamente señales del entorno, la víctima tiene que hacer un esfuerzo extra para demostrar la veracidad de su testimonio.
La mayoría de profesionales desempeñan su labor con responsabilidad y competencia, y confiamos en que los esfuerzos de las diferentes asociaciones y colectivos implicados en la lucha contra la discriminación, darán sus frutos con el paso del tiempo también en los contextos jurídicos.